jueves, 17 de diciembre de 2009

Frío de Otoño. La luna permaneció callada aquella noche. Graciela se acostó ya de madrugada y puedo conciliar el sueño un rato después, luego de intentar acomodar sus ideas.
El viento golpeó varias veces los vidrios de la ventana de Omar, pero el niño no despertó. Los primeros rayos del sol se proyectaron sobre la ciudad llegada las 6:30 de la mañana. Horas después, Omar se despertó tras oír sonar su despertador. El reloj marcaba las 9:31; en un rato lo iría a buscar su abuelo.
En la media hora que lo separaba de la llegada de Oscar, tenía muchas cosas que hacer. Atinó a abandonar rápidamente la cama y, con el bolso a cuestas, bajó las escaleras minutos después.
Vio a su madre sentada en una de las sillas de la cocina, tomándose la cabeza y suspirando. Ingresó al ambiente titubeando y se acercó a ella.
-¿Te pasa algo, mamá?-Preguntó con voz entre cortada.
Graciela levantó la vista y observó a su hijo. Estaba más pálida de lo normal, y grandes ojeras dominaban su rostro.
-No, no me pasa nada. Tengo mucho sueño y eso me tiene a mal traer- Dijo-. Ahora bien, Omar. Quiero que te cuides mucho en la quinta de tu abuelo. El lugar es grande y el bosque que está ahí.
Hubo una pausa. Graciela llenó sus pulmones de aire, suspiró y prosiguió luego:
-Ese bosque es muy grande, Omar, y siempre le tuve temor. Por favor, no ingreses a él. Podrías perderte. Divertite mucho, pero quiero que te cuides- Le comentó a modo de consejo.
-Yo, mamá… me voy a cuidar. Te lo prometo.
Omar observó como una sublime lágrima resbalaba por el rostro de su madre y, aunque decidió no preguntarle nada mas, supo que algo le ocurría, algo ajeno al cansancio que llevaba acumulado.

domingo, 6 de diciembre de 2009

pero hay una cosa, que no vas a lograr...
y es hacer negocios con la necesidad.




















Un enorme árbol se encontró delante de ellos. Tenía aproximadamente 190 metros de altura y sus hojas eran tan grandes, que casi llegaban a tocar el suelo.

-Aquí es-Dijo aliviada.

Se acercaron al tronco. Julieta apoyó su mano en la rústica madera y sobre la misma, se formó una especie de compuerta.

Ingresaron rápidamente y el tronco volvió a ocultar ese pasadizo.

-Bienvenidos a La Lucila.

Estaban dentro del árbol, quien escondía un gran secreto: Una ciudad. Allí vivía la comunidad del bosque muerto que no se había exiliado a otras tierras, cuando comenzaron las batallas por el territorio fronterizo.

-¿Los revolucionarios no pueden ingresar aquí?-Preguntó Omar con algo de susto.

-Nadie conoce nuestra ciudad, y aquí pueden ingresar solamente personas puras. Ellos son seres impuros, llenos de maldad y odio. No pueden… y no quieren ingresar aquí-Aclaró-. Así que estén tranquilos, que nadie les hará daño mientras estén en La Lucila. Los llevaré con el gobernador de esta ciudad, se sentirá muy contento al saber que recibió la visita de los nuevos príncipes de estas tierras.

Caminaron por calles de tierras bajo la atenta mirada de los pobladores de la Lucila, quienes susurraban por lo bajo.

Ingresaron en el edificio más grande de toda la ciudad y subieron escaleras hasta llegar al 6to y último piso.

Sobre las paredes del salón en el que estaban había centenares de cuadros y escritos. Julieta fue la primera en acercarse al gobernador, el señor Lasofft. Le dijo algo en el oído y él levantó la mirada rápidamente.

Era un hombre bastante joven, de ojos marrones y cabello color ceniza. Vestía con una túnica púrpura muy bonita.

El señor Lasofft se acercó a los jóvenes y los saludó muy cordialmente. Sus ojos parecieron iluminarse cuando observó a Omar.

-Bienvenidos a La Lucila. Espero que se sientan cómodos… quiero que estén cómodos aquí, en mi ciudad. No estarán acostumbrados a estas sorpresas en la tierra, pero les aseguro que allí también hay ciudades subterráneas y ocultas, incluso más grandes que estas… y hasta con ejército propio. Nosotros no tenemos ejercito aquí… no lo necesitamos. Estén tranquilos y siéntanse seguros, los tronistas no pueden ingresar a la Lucila, se los aseguro. Estoy muy contento de que ustedes estén aquí y a la vez orgulloso en ser uno de los primeros en darles la bienvenida a Blaco. Príncipes, ustedes son nuestra nueva esperanza. Creo que me estoy yendo por las ramas. Vengan… síganme, los llevaré al salón principal.

El salón principal de aquel establecimiento estaba ubicado en el tercer piso. Bajaron escaleras, caminaron por pasillos y llegaron a él minutos luego. Era un ambiente grande y estaba decorado magníficamente. Había varias ventanas por las cuales se podía observar la ciudad.

-Vamos, siéntanse-Les dijo el señor Lasoff, señalando a la mesa de roble que estaba en uno de los costados del salón.

Y se sentaron. Permanecieron allí un largo rato hablando con el señor Lassoff y con Julieta, quienes le contaron anécdotas e historias muy interesantes acerca de su pueblo. En la Lucila no había día y noche pues ni el sol ni la luna, llegaban a iluminarlos dentro del árbol. Determinaban los tiempos de sueño y de trabajo por intermedio de un reloj, que establecía la misma hora en toda la ciudad.

Cenaron rato después en el salón principal acompañados por dos guardias del establecimiento.

Tyler y Sebastián sintieron mucho sueño llegada las 12 de la noche.

-Acompáñalos a sus habitaciones, por favor-Le dijo el señor Lasofft a Julieta.

Se volvió a Omar.

-¿Vos tenes sueño?

-Todavía no, señor. Pero si quiere me voy a acostar con mis amigos… así usted está tranquilo.

El señor Lasofft largó una feroz pero amistosa carcajada y lo miró con aprecio. Luego, le dijo:

-Estoy demasiado tranquilo y dudo que pueda sentir más tranquilidad de la que siento en este momento. Quédate, por favor… así de paso nos conocemos un poco mejor.

Julieta acompañó a Tyler y a Sebastián a sus habitaciones.

-¿Tenes hijos?-Preguntó Omar, intentando romper el hielo.

El señor Lasofft asintió.

-Tengo dos. Ambos son niños, pequeños. Adrix tiene 8 y Tomás 11. Ellos viven aquí, en La Lucila… supongo que ahora deben estar durmiendo cada uno en su cama, si es que mi esposa no les pidió que duerman con ella. Se siente muy sola cuando yo tengo que quedarme aquí trabajando... me da pena.




lunes, 30 de noviembre de 2009
















Irritante el crepúsculo

de sus labios

sobre los míos.


Sufren como sufre

su amo y mueren,

bajo la tibia brisa

de esos labios.


Irritante el crepúsculo

de sus ojos

observándome.

Pues yo la amo,

aunque en su mente

permanezco como

un recuerdo olvidado,

alejado de todo.


Y bajo la tibia brisa

de esos labios

dormí en noches como esta.

Hoy noches de desvelo,

marcadas por su ausencia.


Ahora bien:

Años han pasado desde

la última vez que la vi,

y aún sigo recordando.


¿Qué hago para olvidarla?


Sufro al igual que un desgraciado

y muero,

bajo el tibio recuerdo de sus

labios.


Irritante el crepúsculo de

ese amor prohibido

que de ti me ha alejado.

Bendito esos pecadores

que por amor pecaron.


jueves, 26 de noviembre de 2009





















Los días eran largos y dolorosos en aquella tierra plagada de sangre y muertos. Las noches no eran noches, sino un sinfín de miedos provocados por los constantes ataques tronistas.
Desde hace más de 300 años se disputa una guerra que parece no tener fin, una guerra sin vencedores ni vencidos, pues ambos bandos van a terminar en un empate técnico sin lugar a duda.
Con miles de millones de muertos sepultados, se sembrarán nuevas historias y anécdotas acerca de aquellos sobrevivientes que resistieron al paso del tiempo, y al filo de las espadas.
Y aquellos muertos sepultados o perdidos en las tinieblas, resucitarán para volver a vivir la vida que la ambición de unos pocos les quitó, la vida que les robó la muerte. Mientras las dolidas almas recorren todo Blaco recordando a los muertos y sembrando más muertes, en la tierra se desatan desastres sobrenaturales que parecen no tener fin.
Gonmiva convocó a una conferencia de prensa, en una de las salas más grandes del palacio. Más de 1500 personas esperaban ansiosos aquello que Gonmiva tenía que decirles, catalogado como “boletín de último momento”
Las pocas voces que se escuchaban cuando el rey ingresó a la sala junto al general de su ejército, callaron por completo.
Fue el aire presente en la habitación, parecido al viento de frontera, el que utilizó Gonmiva para llenar sus pulmones y comenzar a hablar:
-Hace 2 semanas estamos bajo fuego enemigo, y hasta ahora pudimos resistir de manera excelente. Tuvimos alrededor de 500 perdidas, 500 hombres que murieron en el campo de batalla dejando hasta su último suspiro por la causa que creían correcta. A los familiares de los muertos les pido tranquilidad, la semana entrante les llegará un comunicado con el monto de dinero que les otorgará Blaco para que puedan seguir subsistiendo.
A las almas que viven dentro de estas murallas: quiero que mantengan la tranquilidad y duerman tranquilos. Les aseguro, les juro que los Tronistas no podrán ingresar a Edifer.
Convocaré a una asamblea de emergencia, la cual estará integrada por representantes de otros reinos. Trataremos temas importantes, y de seguro buscaremos una solución a este conflicto, que desde hace mas de 250 años nos viene atrofiando el cerebro.
-¿Cuál es el plan que tienen en mente para acabar con los tronistas?-Preguntó un periodista.
-Por ahora resistir-Contestó el rey.
-¿Quiénes mas formarán parte de la asamblea? ¿Podría dar nombres?
-Por lo que sé hasta el momento, compartiré ideas con Argus y con el comité de magos del norte-.El general del ejército se acercó respetuosamente al rey y le comentó algo en el oído. Luego, prosiguió-. Perdonen, me había olvidado. También estará el rey Dan, con algunos miembros de su familia.
La reunión acabó minutos luego de llegada las 10 de la noche. El rey abandonó la sala junto al general del ejército y ambos recorrieron un pasillo durante un largo rato. Se toparon con una puerta, que comunicaba aquel túnel con la habitación del rey.
-Señor… hay algo que no dijo –Comentó el general.
-Ya lo sé, quiero que sea un secreto. Esa puede ser nuestra única salvación, y tenemos que actuar con tranquilidad, y sabiendo que los tronistas no saben nada al respecto.

martes, 24 de noviembre de 2009



















Hace días que no te veo.
Ahora bien.
Aléjate de mí aunque me sientas cerca,
y amame lo suficiente como para empezar a
odiarme.
Alejate de mí y me sentiré cerca tuyo,
y nunca dejes de odiarme demaciado.
Y aunque en tus recuerdos permanezca
como una luz difusa,
un objeto odiado y olvidado,
me pondré feliz, sabiendo
que te acuerdas
de mi.
















Mataría a todos los hombres, solo para que te fijes en mi.

Moriría, si es esa la forma de no sufrir por amor.

Me enfermaría por tí, solo para demostrarte que me puedes.


lunes, 23 de noviembre de 2009

Entró en aquel cuarto y se sentó sobre una silla de roble.
-¿Que es lo que siente?-Le preguntó su psicóloga.
-Mucho dolor.
-¿Dolor? ¿O tristeza?
- Ambas cosas, me siento muy mal.
-¿Cuál es el motivo de su llanto?
-Una mujer.
-Yo creí que usted nunca sufriría por amor. No es de demostrar sus sentimientos.
-Yo creía que era una buena psicóloga hasta que dijo esta estupidez. Todos sufrimos por amor.

Erik Gonmiva

















Comenzaré el último capítulo de mi escrito, comentándoles que un mes después de haber llegado a este centro de rehabilitación, Mónica murió a causa de una epidemia que comenzó a azotar la ciudad días después de mí llegada al establecimiento.

Los médicos no me dejaron ir a su funeral, pero le mandé mis condolencias a su familia por intermedio de una carta.

Estuve muy mal anímicamente después de ese hecho, ya que me sentí solo y sin compañía. Ninguna otra psicóloga podría ocupar el lugar que ocupó Mónica en mi vida y de hecho, pedí por favor no ser atendido por ningún otro analista de cerebros.

Tiempo después se me detectó cáncer de pulmón, y me sometieron a distintos estudios para ver la complejidad del tumor.

Según lo que me contó mi médico, era un cáncer no muy grave pero si preocupante. En menos de un mes perdí mi pelo por el accionar de una nueva técnica para combatir al cáncer llamada quimioterapia, pero les anticipo que no mejoró en nada mi salud.

Todas las tardes y acompañado por un doctor, solía caminar por aquel lugar plagado de libertad para sentir como el aire penetraba en mi enfermo cuerpo.

Pero mi salud comenzó a desmejorar, al igual que mi estado anímico. Comía muy poco y el insomnio comenzó a ser algo de todas las noches.

Podría decirles que todo lo que conté fueron puras patrañas, pero crean que yo no miento. Crean también, que no escribo porque me gusta, ni tampoco porque no tengo nada que hacer. Escribo pues el cáncer de pulmón que le quita fuerza a mi vida me ha quitado a mí la voz, y quiero que mi memoria sea recordada, aunque sea por unas pocas personas.